LO QUE SE AVECINA
Se nos echa el tiempo encima sin querer darnos cuenta. Despiertan ya tímidos azahares que sigilosamente cambian por minutos el aspecto de cada naranjo, cada plaza o calle. Se va notando, no solo en el paisaje, sino en las conversaciones, en los acontecimientos, en las mañanas de domingo, en los paseos vesperinos y los encuentros con amigos.
Ya no contamos los días que llevamos de Cuaresma, sino que nos ilusionamos contando los que quedan para el Domingo de Ramos. O para las vísperas. Tiempo de mudás, de horas frenéticas en priostía, de besamanos, de palios vacíos, de planchar túnicas y comprar capirotes, de soñar lo que pronto viviremos, de retomar tradiciones e instaurar otras nuevas, de refrigerios bajo el sol, torrijas en La Campana y buenas conversaciones cofrades.
Tiempo de espera. De vivir esperando lo que, inevitablemente, ya llega.
Que os sea leve.
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